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martes, 16 de marzo de 2010

Buen amigo

Hace una semana que me incorporé al trabajo... después de la gran baja. Es extraño. Mi mesa, el ordenador, mis compañeros. Lo primero que recibí al entrar fueron leves miradas inundadas en tristeza, y grandes abrazos afectuosos, incluso del jefe. Me siento, y continúo con el artículo que dejé hace meses. Recuerdo el viernes que escribí esas cuatro líneas. Esa noche Luis me llevó al cine, a ver una de esas películas que, no sé por qué, me obligaba a agarrarle del brazo... qué recuerdos. Intento continuar después del pequeño lapsus, y mi jefe me llama a su despacho. Extrañada camino hasta su bonita puerta, me asomo, y con un gesto me ofrece a sentarme en una de sus sillas. Al lado, otro chico que nunca había visto, me saluda tímidamente. Era un sustituto, según me explicó el jefe, de mi compañero de mesa. Ya que estaba de baja. Me explicó que había estado trabajando un mes en otro periódico. Y ahora yo debía enseñarle nuestra forma de trabajar, según él yo tenía "la suficiente experiencia". Salimos los dos del despacho y vamos hacia la mesa. Estaba con la cabeza agachada, parecía muy tímido, así que le pregunté su nombre, para romper el hielo. Levantó la cabeza y con una sonrisilla dijo "Javier". Le pude ver bien y me fijé en que tenía los ojos muy grandes, marrones con el filo de color miel, la nariz pequeña pero graciosa para mi gusto; la cara redondita, con unos mofletes que cogían color con facilidad. Y el rasgo que más me llamó la atención fue la "barbita". Arreglada de tal modo que le hacía un rostro especial, característico. No era demasiado alto, como yo. Y a priori parecía buena persona, simpático y muy gracioso. En cierto modo, un carácter parecido al de Luis. Con la diferencia de que él odiaba llevar barba, y odiaba cuando le pedía que se afeitase, qué recuerdos.
Me ayudó a terminar un poco de mi artículo, se le notaba que no era la primera vez que redactaba. Pensé que sería un buen compañero.
A las dos, había que irse. Esa tarde no había que trabajar, ya que el jefe tenía una reunión. Javier había perdido parte de su vergüenza, al menos conmigo. Cogió su cazadora de piel negra, preparó su maletín y me dijo que me fuera. Él apagaría el sistema. Me sabía mal dejarle solo su primer día, pero me insistió demasiado, y además me sonrió y me acompañó hasta la puerta para asegurarse de que me iba. Salí bastante contenta, pero se fue acabando conforme llegaba a casa. El silencio. Me inquietaba, hacía falta movimiento.
Aquella tarde transcurrió lenta y aburrida. Pero pensaba en lo bien que volvería a estar con mi buen amigo Javier...
Me levanto de golpe, sudada. Son las tres y media de la mañana. Por la noche tengo pesadillas, y el estar sola me asusta aún más. Siempre sueño con aquella noche de hace tres meses. Odio la noche. Y lo peor es que sé que no podré dormir hasta el día siguiente, o al menos intentarlo. Me quedo recostada, y lloro. Agarrada a la almohada, observo como finas gotas de lluvia golpean el cristal. Reviviendo la peor noche de mi vida...
Esta es la continuación de Recuerdos. Es una pequeña transición, donde paso de la introducción a la nueva vida de la chica. ¿Conseguirá encontrar una nueva oportunidad en el amor?

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